«Todo cuanto existe es fruto del azar y la necesidad» (Demócrito, siglo IV a. C.)
El día que nací me pasó lo que a Gila, que mi madre no se encontraba en casa, pues estaba (no de parranda) sino en la clínica de turno sometiéndose a una operación de cesárea de las de entonces (o sea, a vida o muerte). El azar quiso que la moneda cayera de cara y así un nuevo pimpollo (yo mismo) vino en sumarse a los más de cien mil millones mal contados de Homo sapiens “modernos” -pongamos los últimos mil siglos- que hayamos “aterrizado” en este perro y bello mundo. Una plaga formada hoy por ocho mil millones de semejantes -más bien prójimos- reunidos en cuerpo presente (toco madera) predispuestos para crecer y más que dispuestos a reproducirse, aparte de por el gustirrinín, por ese afán atávico de seguir aportando nuevas ramas a la ya de por sí densa arborescencia de este árbol genealógico humano de tan ostensible tronco primate.
Seguir leyendo