Inmortalidad

 “Nuestra alma es biodegradable, pero el plástico es inmortal” (M. Vicent)

Exceptuados los mil años del medievo (y a los no pocos que aún siguen en él) durante los cuales fuimos inmortales por obra y gracia de la taumatúrgica posibilidad de salvar nuestra alma con la sola condición de cumplir ciertos preceptos, no habíamos vuelto a tener semejante oportunidad hasta hoy en que tal ensoñación vuelve a aparecer como una posibilidad al alcance de la mano, pero esta vez bajo el requisito de salvar el propio cuerpo. Fiel a esta nueva religión, he iniciado su laica liturgia tuneándome la cadera y me temo que, tarde o temprano, no será lo último que tenga que injertarme en este cuerpo serrano si quiero alcanzar esa pretendida inmortalidad mitológica solo reservada -hasta ahora- a los semidioses.

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