Nasciturus

 “El problema de nuestros tiempos es que el futuro no es lo que solía ser” (Paul Valéry. El cementerio marino, 1920)

Luego vino Cantinflas para decir casi lo mismo que el escéptico Paul, pero ya en modo gracioso: “Lo malo del futuro es que no se sabe”. Para empezar, desde un punto de vista probabilístico -como en aquella candorosa canción de Marisol- la vida es una tómbola (tom-tom tómbola, de luz y de color…) y hay que tener mucha pero que mucha potra para que tu boleto sea uno de los agraciados en la rifa. Tan es así que, según cálculos recientes realizados en la Universidad de Harvard, la probabilidad de nacer tal como somos, portadores de un genoma sin par con sus -todavía hoy- intransferibles e imperfectas perfecciones (esas orejas, esos ojos, esos andares… entre otros tantos y tan particulares trastueques) vendría a ser algo así como poner a jugar a dos millones de personas con un dado de mil billones de caras y que todos sacaran el mismo número: una casualidad inconcebible, por no decir un milagro.

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Siglos

¿Qué fue de King Kong, de los psicoanalistas y el jazz?

¿ Qué fue del siglo XX?

¿Qué fue del Dadá, del Big Bang y del “no pasarán”?

Ya se  han quedado atrás…

¿Qué fue del siglo XX?. Estribillo (091, banda de rock español)

 El vocalista, con voz desgarrada pero con su deje de melancolía, sigue preguntándose qué fue de ello, dónde están “las guitarras eléctricas y el LSD, los uniformes fascistas y Juan XXIII, la Beatlemanía o la foto del Che / Un Rolls, un picasso, un misil nuclear, los duros de Franco, los hermanos Marx, el libro de Mao ¿recuerdas Vietnam? / El hombre en la luna y el apartheid, obreros en lucha y el gran Elmore James, la caza de brujas, la sota y el rey / Sé que E es igual a mc al cuadrado (E=mc2), sé que Minnie es la novia de Micky Mouse, sé que tú, sé que yo, estamos desesperados”, y vuelta al estribillo: “¿Qué fue de King Kong…” En fin, una foto-radiografía del siglo en cuatro líneas que no la supera ni el Nobel Günter Grass en esa su colección de cien relatos intercambiados consigo mismo que es “Mi siglo”, antes de enredarse a desgajar los episodios de su vida en “Pelando la cebolla” y acabar descubriendo su autoinculpado pecado de juventud. Seguir leyendo