Esencias

La sabiduría de la vida consiste en eliminar todo lo que no es esencial” (Ling Yutang)

Aun viniendo como venimos de un heredado existencialismo desde Kierkegaard, pasando por Nietzsche, Heidegger… hasta Sartre (éste ya con todo el siglo colgando a su espalda) donde la existencia precede a la esencia, en ocasiones -bien que de tarde en tarde- nos sorprendemos rebuscando en nuestro interior esa sentida esencia de nosotros mismos, a la que intuimos enredada por entre las hélices del genoma u oculta tras las enrevesadas cavidades que forman los surcos del cerebro. Algo que para Kierkegaard no sería sino la voluntad latente por encontrar una personal y subjetiva “vocación” vital (el mayor o más alto bien del individuo y, según él, único modo posible con el que justificar la propia existencia) o, para Sartre, ni eso. Por contra, lo que nos vino a decir el chino (Ling Yutang) es que en la vida debes primero distinguir (para luego desarrollar, en plan monocultivo) esa íntima y personal querencia, evitando perder tu tiempo cogiendo tan sustancial rábano por las hojas contingentes de lo trivial.

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Luces

Lo único que se mueve aquí es la luz, pero lo cambia todo” (Anónimo)

 Recuerdo de muy joven (quiero pensar que con la corteza prefrontal en pleno proceso de maduración) inmerso en la soledad de mi habitación tratando de interiorizar ciertos conocimientos mediante el estudio o la lectura, llegar a sentir en el cerebro una reacción casi física, como si de él se estuviese desprendiendo un velo que hasta entonces no me hubiera dejado mirar -pensar- más allá y que, al liberarlo, diera paso a nuevas y desconocidas percepciones; una sensación a la que se añadía el inquietante presentimiento de estar traspasando los límites de una frontera. Pasada la juventud, con el cerebro y todo lo que cuelga ya creciditos, he gozado y sigo  gozando con la aventura del conocimiento, pero ya nunca he vuelto a sentir ese destello de placer, aquél fulgor físico de mi adolescencia, que tanto se asemejara a un orgasmo. Debo aquí aclarar que, más allá de su aparente relación semántica, el fenómeno nada tenía -ni tiene- que ver con esa masturbatoria fantasía especulativa tan propia de los adultos conocida como paja mental, con perdón. Seguir leyendo