Hábitat

Vivir es buscar el lugar donde poder amar” (Joan Margarit)

Hasta ayer por la tarde, tanto la noción de hábitat como la del subsiguiente posicionamiento en el nicho ecológico de cada especie (humanos incluidos) se habían venido considerando asuntos connaturalmente inseparables de sus ecosistemas. Ahora bien, desde que hace medio siglo pisamos la luna, nos hemos ido viniendo arriba y hoy es el día en que las misiones espaciales se suceden como churros, promovidas por las agencias estatales de los de siempre (el aún hegemónico EEUU o la inasequible Rusia) con Europa en su papel de actor secundario e India en plan low cost, a los que últimamente se les están uniendo los nuevo ricos (China y Emiratos) que, para no variar, gastan las mismas o parecidas ansias colonizadoras que sus predecesores. Así, apenas hace unos días pudimos ver en directo aterrizar (amartizar suena algo forzado) al robot Perseverance en el planeta rojo, retransmitido en un vibrante español por jóvenes (a más de inteligentes y bellas) ingenieras latinas de la NASA. Por si ello fuera poco, la iniciativa privada ha llegado para quedarse y aventurados (más por peligrosos que por aventureros) magnates globalistas como Elon Musk, Jeff Bezos… u otros de parecido pelaje, hace ya algún tiempo que anunciaron sus planes para, mañana mejor que trasmañana, llegar a establecer asentamientos humanos. Cuestiones unas y otras que, aún conteniendo en sí profusas y variadas lecturas, pareciesen estar pidiendo a gritos una reflexión sobre los actuales límites o futuros confines del hábitat humano (lo de las ingenieras latinas merece artículo aparte).

Seguir leyendo