En la vida, como en el ajedrez, las piezas mayores pueden volverse sobre sus pasos, pero los peones solo tienen un sentido de avance» (Juan Benet)
De tarde en tarde gusto de recomponer sobre el ajedrez heredado de mi padre alguna de sus partidas de campeonato provincial, cuyas anotadas planillas de bella caligrafía (en su original transcripción descriptiva o notación inglesa) aún conservo: blancas (P4D) peón cuatro dama; negras (P5D) peón cinco dama; blancas (P4AD) peón cuatro alfil dama… Sabido es que el gambito de dama (aparte la famosa miniserie) es una apertura solo apta para iniciados donde las blancas ofrendan su avanzada pieza en espera de lograr, si las negras aceptan el envite, una posterior ventaja posicional, algo que -dado el caso y visto lo visto- papá la solía gestionar a las mil maravillas. He de decir que hube heredado, además del tablero, el amor (más platónico que otra cosa) por esa enconada pero noble batalla sin sangre (como dijera el otro “la única manera civilizada de hacerle imposible la vida al prójimo”) pero no su talento ajedrecístico, qué le vamos a hacer.
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