«Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme» (Voltaire)
Como Francisco Umbral observara, Voltaire vio bien que el hombre en madurez (don Quijote es cincuentón y soltero) o pega el salto cualitativo y cambia la realidad de los libros por la irrealidad de la vida, más palpitante y vibrátil, o le coge ya la postura a la vida y no dará más de sí. Por lo que el hidalgo incluso se inventa, entre las pasiones militares y andantes, una nueva pasión amorosa, una moza lejana que viera en mercado, dejando que el propio amor la ascienda a princesa. Esta primera reflexión ajena me va a permitir sacar este tema (las pasiones) de los chiqueros donde se encuentra encerrado (la abstracción filosófica, la doctrina psicológica o la literatura) y recibirlo a porta gayola, sin otro engaño para enfrentarme al morlaco que el del propio cuerpo y el de mi actitud personal. Pero antes de eso, por seguir con el símil taurino, pongamos al toro en suerte. Seguir leyendo