Femenil

«Las mujeres necesitamos la belleza para que los hombres nos amen, y la estupidez para que nosotras amemos a los hombres«(Coco Chanel)

¡Toma feminismo! En esa cita punto impertinente pero genial, la por entonces influyente Coco (aquel icono del estilo flapper de una nueva mujer surgida en los felices veinte que rompía con la encorsetada opulencia de la Belle Époque) no hacía sino expresar, de una forma tan clara como provocadora, esa paradójica contradicción cotidiana que ella misma acostumbraba ver reflejada en su espejo de Venus. Yo la entiendo -salvadas sean las diferencias de época o de sexo- pues es algo que, a la inversa, también nos puede suceder a nosotros (los hombres) ya que deambula, insidiosa, por entre esa abstrusa misoginia que viene en tentar a los feos. No es para nada mi caso (lo de la misoginia) pues, necesitando como necesitamos a las mujeres (al decir de Rubén Darío, sin la mujer la vida es pura prosa) el apurado trance de asumir tal supeditación a lo femenino (a lo Otro por excelencia) lleva a generar una cierta confusión en nuestra ancestral identidad macho. Bien que, desde aquél corto periodo dizque hedonista de nuestra afamada diseñadora han transcurrido ya cien años y, pongamos, cuatro generaciones de hombres y mujeres vividas con desigual fortuna.

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