Cuerpos

«Mi cuerpo, implacable topía1« (Michael Foucault)

 Mediados los años 60 del pasado siglo, el influyente pensador Foucault nos ofrecía, por lo fino, un estructurado análisis en el que contrastaba la inexorable –implacable- y familiar presencia –topía/lugar- de nuestro propio cuerpo y su autotransformación en un utópico lugar fuera de todo lugar –cuerpo sin cuerpo- al que por ello mismo le es dado protagonizar todas nuestras quimeras: un cuerpo (ya sin figura propia) transfigurado a nuestro antojo como bello, límpido, transparente, luminoso, veloz, potente, eterno, desatado, protegido…, y en ese plan. Por esas mismas fechas, un torero llamado Manuel Benítez –El Cordobés- triunfaba en los ruedos y años después, ya retirado, nos ilustraba (éste, a lo bruto) con su particular visión sobre esa misma ontología del ser corporal: «Es mentalizarse y quererse de verdad, sano, ese cuerpo, tener potencia, ser feliz, quererte tu mismo a quererte tu mucho, porque quiere también al que tiene a tu lado y todo sale de verdad, de deporte» (sic). El alegato se contiene sobre una sintaxis manifiestamente mejorable pero su mensaje resulta difícil de superar por verosímil, una revelación en la que se le transparenta todo, llegando a traslucir un alma inocente. Todavía hoy, a sus 83 años, se le sigue recordando como El Cordobés, ese cuerpo.

 Como llevo un tiempo en ello, todas las mañanas cuando llego al gimnasio me sorprendo releyendo el famoso aforismo “Cuida tu cuerpo. Es el único lugar que tienes para vivir”, la cita con la que se publicita el garito pertenece a Jim Rhon, aquel que fuera orador motivacional para ilusos, además de monstruo de los negocios piramidales (también llamados engañabobos). A pesar de eso, tengo que reconocer que la primera vez que reparé en el contenido de la frase de ese augur para posmodernos despistados (grabada en la entrada del gym a semejanza de las inscripciones cinceladas en el frontispicio del oráculo de Delfos) me hizo repensar mi forma de entender el cuerpo. Desde entonces he estado reconsiderando las maneras de cómo sustraer la quintaesencia del Yo desde ese único (y por lo tanto, sagrado) lugar que, junto a las enseñanzas del filósofo con su topía implacable y al magisterio del torero con sus querencias a ese cuerpo corajudo, han redundado en mi convencimiento, no ya que tenemos un cuerpo, sino de que somos un cuerpo. Matiz no menor a la hora de plantear el discurso y que, para intentar aclararlo, no me queda otra que realizar un repaso comparativo (un recorrido corto, pero heavy) a través de las distintas conjeturas barajadas a lo largo y ancho de la historia del pensamiento. Vamos a ello.

 En la antigüedad griega estimaban que, cuando moría el cuerpo, de alguna forma la psyque se evaporaba hasta desaparecer. Ante tal imprecisión aparecieron dos formulaciones, una dualista y otra materialista. La dualista es la pitagórica-platónica: somos un alma eterna e indivisible que moramos en un cuerpo divisible. La materialista, procedente del atomismo, es la epicúrea (seguida por Lucrecio en la época romana): el hombre (alma-cuerpo) como organismo formado sobre la tierra en el curso de la historia. Nuestra civilización europea surge del encuentro entre la tradición grecorromana y el cristianismo (a modo de reforma del judaísmo procedente del Próximo Oriente). El cristianismo habla de carne y espíritu, una formulación claramente dualista a partir del planteamiento platónico: alma y cuerpo o espíritu y materia.

 Con Descartes, el racionalismo reformulará ese dualismo en términos modernos: somos una sustancia pensante y una substancia extensa, pero el cuerpo es un cuerpo vivo (a diferencia del dualismo clásico) porque es mecánico y la vida es un mecanismo; una formulación que nos llevaría a pensar que no es lo que somos sino lo que tenemos. Su heredero y crítico Spinoza, planteará esta otra variante: la substancia, es decir la realidad infinita, se manifiesta a través de dos atributos, pensamiento y extensión (alma y cuerpo) y con ello, por primera vez en la historia, cuerpo y alma reciben la misma dignidad. El alma es la idea del cuerpo, ilumina un cuerpo pensante y, en definitiva, la mente lo que hace es reconocer el cuerpo a través de sus efectos. Tenía que ser el siglo XVII, la era de la revolución científica (con el viento a favor de la llamada ciencia moderna, albores de la Ilustración).

 Pasado el siglo de las luces llega el XIX, ya con Schopenhauer y Nietzsche, para que al fin se termine dando prioridad al cuerpo como voluntad de poder, a modo de un campo de fuerzas (asunto valorado negativamente por el primero y positivamente por el segundo). Pero eso es lo de menos, el caso es que el cuerpo pasa a convertirse en algo vivo del que la conciencia (el alma) quedaría como su elemento más superficial. Así nos plantamos en el siglo XX de nuestros contemporáneos (el citado Foucault entre ellos, también Deleuze, Marcel, Merleau-Ponty y Nancy), que son los que con más claridad han sabido elaborar una filosofía total del cuerpo que podríamos resumir mínima pero jovialmente como: el espíritu, lo mejor del hombre, es expresión de este cuerpo, de esta estructura dinámica y compleja. Voilà!

 Modestamente por mi parte, en pasados posts (un primero denominado Almas y, colateralmente, un segundo titulado Espejos) aportaba mi punto de vista desde diferentes ángulos sobre aspectos que, en el fondo, versan sobre temática similar, si no igual a la de este artículo: cuerpo, alma, espíritu, materia, mente, consciencia…, al final ¿no estamos hablando de lo mismo?. El cuerpo no es un ente separado de la mente, no es un instrumento a la orden de ésta, sino que ambos son componentes de la misma cosa. El alma vista como esa hipotética entidad establecida en su propio vacío, el hueco o parte vana de algunas cosas (así la define el diccionario en una de sus acepciones) como ya adelanté en el primero de los referidos posts y que podríamos completar ahora con expresión algo más poética: el alma es el hueco del cuerpo, el cuerpo es la repleción (el colmo) del alma.

 Ya en este siglo XXI de nuestros pecados, aparte de en la filosofía (en esa corriente fenomenológica francesa antes apuntada, con ese su nuevo yo percibido), vengo observando cómo se trabaja desde otros ámbitos a partir de tesis semejantes. En el terreno de la psicología y también en el de la neurociencia, con supuestos que refuerzan el reconocimiento de las fuertes interrelaciones que se dan entre el esquema corporal y la forma del actuar y del sentir de las personas. En la sociología, como cuerpo socializado que interactúa con otros cuerpos, convertido en un campo de significaciones y afectos. En el arte, cuerpos danzantes conectando pensamiento y movimiento, como extensión o intensificación de ellos mismos (Ah! cómo no recordar aquí “El jardín de las delicias”, de la coreógrafa canadiense Marie Chouinard, rememorado en este blog como “Jardines”, o ese diálogo entre danza y música que es “Kreatur”, que tuve la ocasión de presenciar hace tan sólo unos días, en el que se profundiza en las relaciones entre individuo y grupo en una sociedad perturbada, de la alemana Sasha Waltz)… En definitiva, el cuerpo visto, no como parte de lo que somos, sino como lo que realmente somos y nos constituye. Llevo un cierto tiempo pensando en todo esto y me da que habrá que seguir atentos a la jugada, mantenerse ojo avizor. Por mi parte y de momento ya he renovado mi abono en el gimnasio.

P.S.: Luego (fuera aparte) están los cuerpos gloriosos (no los resucitados en el Paraíso, sino más bien los que te hacen resucitar) en el sentido umbraliano (empezando por Marilyn Monroe y siguiendo por las Selena Gómez, Adriana Lima, Demi Lobato, Camila Cabello… y sus réplicas puntuales en las cercanas, al tiempo que divinas, cajeras de los supermercados de barrio). Soy de los que piensan que, si de lo que se trata es de volver a la naturaleza, el camino más corto (el atajo) es la mujer. Pero eso ya será motivo de otro post.

1Lugar, del griego “topos

4 respuestas a “Cuerpos

  1. Garceslogía 8 junio, 2021 / 12:02 pm

    ummh…no se, me niego a pensar que mi cuerpo fofo, desentrenado, producto del buen yantar y de su consiguiente siesta, sea el espejo en el que se vea reflejada la delicadeza de mi alma 😎 un cordial saludo

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    • elmonocalvo 8 junio, 2021 / 12:21 pm

      Ja, ja, ja… se entiende la ironía, pero si haces caso de ese nuevo realismo especulativo tan de moda, lo expresa al revés. Recibe, también por mi parte, un cordial saludo. Pedro

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